domingo, 17 de noviembre de 2013

RINGO, GENIO Y FIGURA



IN MEMORIAM

RINGO, GENIO Y FIGURA

Querido Ringo:

Hace cuatro meses que te fuiste. Nada es lo mismo sin tí. Te echo tanto de menos que mi corazón está muy triste, no tengo ganas ni de escribir. Fuiste durante casi quince años mi compañeriño.

Recuerdo la primera vez que te vi: en medio de la multitud en una fiesta popular, una mujer te llevaba en brazos. El destino quiso que en ese momento yo me girara y tu mirada y la mía se encontraran. Eras el cachorrito más guapo que vi en mi vida. Chiquitito, color canela y blanco, con los ojitos como pintados. Me miraste con carita de pena y sin pensar las consecuencias avisé a las niñas. Eva inmediatamente te cogió entre sus brazos. La mujer nos dijo que te habían abandonado hacía un rato y que ella te llevaba a un refugio de animales. Las niñas empezaron a suplicar que querían adoptarte. Yo ya estaba rendida. Papá puso cara de circunstancias viendo lo que se le venía encima y a Eva empezaron a caerle las lágrimas, que meloso limpiabas con tu lengüita. Las niñas juraron y perjuraron que se iban a encargar de tus paseos. En ese momento ya eras uno más en la familia. 

Te subimos al coche y, confiado, te quedaste dormidito. Al cabo de una hora despertaste y empezaste a ladrar y a jugar. " Tiene voz de señor ", dijo Eva al oirte por primera vez, y todos nos reimos contentos de tenerte. Como era verano, al día siguiente por la mañana las niñas fueron como de costumbre a jugar a la plaza de Sevilla, pero ese día fue una entrada triunfal: entraste corriendo con tu cascabelito al cuello para no perderte y todos los niños querían tenerte. Fuiste uno más de la pandilla y, sobre todo, la estrella, no sólo con los niños, sino también con los otros perros.     

Recuerdo tu admiración por Trosky, el perro más veterano. Qué feliz eras cuando te permitía acompañarlo a dar una vuelta por toda la plaza. Me acuerdo también de Blues, tu mejor amigo, con el que terminaste enfadado porque nunca le perdonaste que Dana, la perra más sexy de la panda, estuviera enamorada de él. Sin embargo, ellos eran perros adultos que te adoraban y te lo consentían todo. Jugabas al fútbol con los niños que, entusiasmados, te jaleaban cada vez que metías un gol. Aquellos carnavales que te disfrazamos con una camiseta del Super Depor fuiste la envidia de todos los futboleros del barrio.

Eras muy presumido, te encantaba cuando te poníamos alguno de tus pañuelitos al cuello, que lucías con orgullo. También estabas muy satisfecho con los ricitos que coronaban tu trasero. Menudo disgusto tuviste cuando te cortamos uno porque se te había pegado un chicle. 

Siempre fuiste muy independiente y aventurero. Tus escapadas nos tenían en un sin vivir, pero tú a la hora en punto aparecías siempre con aquella carita de no haber roto un plato y haciéndote perdonar con unas cuantas lametadas bien repartidas, tú, el perro menos besucón del mundo. La relación con las niñas fue de hermanos, solo que tú siempre en tu sitio. Las adorabas, pero te crispaba cuando Ana quería jugar contigo al circo o a la escuela en su habitación, donde pretendía que aprendieras las letras o la cuarta dimensión, que ni ella misma entendía. Unas veces le ladrabas enfadado, otras resignado acababas dando cabezadas de aburrimiento. Eva quería imponerte su edad y hacer de jefa. No lo logró nunca. Bueno eras tú, que venías corriendo a chivarte junto a mí, tu protectora fiel, cada vez que las niñas hacían alguna trastada. Tu primer amor fue un peluche al que violabas en la oscuridad. Cada vez que te pillábamos ponías cara de culpabilidad, pero enseguida volvías al ataque. Después tuviste muchos amores, pero fuiste muy picaflor, ninguno te dejó huella. 

Eras muy feliz con nosotros, sin importarte los cambios de ciudad ni las diferentes casas en las que vivimos. Tu espíritu aventurero se adaptaba rápidamente y enseguida marcabas territorio. Sólo una vez te vi triste, cuando yo estuve fuera unos meses y tú te dejabas morir. Nunca olvidaré tu mirada de paz el día de mi regreso. Esa noche dormiste en nuestra cama, que era lo que más te gustaba. Mientras veíamos la tele en la sala siempre te colocabas de forma que pudieras verme. 

Tengo todavía tu edredón al lado de la calefacción, tu sitio preferido. Te sigo queriendo, si cabe aún más, y no te olvido ni te olvidaré por más que pase el tiempo. Dicen que hay un cielo para los perritos, donde esperan a sus amos. Sé que estás allí y que nos veremos.