domingo, 9 de febrero de 2014

LA INFANTA YA CANTA: SOY CRISTINA Y NO SÉ NADA




Ayer era el gran día de la democracia española. Por primera vez en nuestra historia la hija de un rey se sentaba en el banquillo de la Justicia. Si esto no fuera una comedia creeríamos que la ley es igual para todos como predica la Constitución, e incluso no sería un desprestigio para España como pretenden algunos sino, por el contrario, una muestra de democracia que nos honraría como la única capaz de juzgar hasta a la hija del mismísimo rey. Como tiene que ser. Si la máxima instancia del Estado delinque debe ser juzgada como cualquier ciudadano, el ocultar el crimen no da prestigio precisamente y perpetúa la corrupción. Desgraciadamente, son muchos los que piensan lo contrario y prefieren hacer la vista gorda antes que subsanar el problema y enviar un funcionario delincuente a la cárcel. Como siempre, en España lo único que preocupa son las apariencias, aunque sean a costa de la justicia. Por desgracia, no sólo en Espana, pero vamos a lo que nos preocupa ahora, que es nuestro país.








Estaba claro que la Infanta no iba a bajar por la rampa de la Justicia. Sería ponerse al nivel de los plebeyos y esa foto, que daría la vuelta al mundo, sería una guillotina para los privilegios de la monarquía española, no reconocidos constitucionalmente pero sí asumidos borreguilmente. La Infanta bajó del coche como si fuera a inaugurar un pantano en vez de ir a dar cuentas a la justicia: saludos, sonrisas, don't worry, be happy,... aquí no pasa nada. Efectivamente, dentro del Juzgado no pasó nada. Quien mejor lo resumió fue la prensa alemana en un titular escueto y demoledor: " Me llamo Cristina y no sé nada ". Se limitó al " no sabo, no contesto, la culpa es de mi marido ". Princesa ejemplar donde las haya.












Uno de los padres de la Constitución, amigo íntimo del Rey y abogado de la Infanta lo expresó todavía mejor diciendo que la Infanta había dicho " su verdad ", concepto campechano que en España alcanza cotas asombrosas de popularidad, sobre todo entre tertulianos televisivos, princesas de pueblo, frikis mediáticos y curas tridentinos, que siempre apelan a esta muletilla cuando mienten y los pillan. Pero que lo diga un abogado y, además, constituyente ya es el colmo de la desvergüenza, quien encima hizo alarde diciendo " con esto se demuestra que en España todos somos iguales ante la ley ", lo que prueba su poca fe en sus propias palabras. Este prócer sabe perfectamente que su amigo el Rey no juró tan siquiera la Constitución. Qué credibilidad puede tener el senor Roca ? El otro abogado, para no ser menos, se fue por los cerros de Úbeda queriendo vendernos a una criatura inocente y enamorada víctima del felón de su marido. Es decir, la dejó de incapaz y tonta perdida, cuando la pobre criatura tiene casi cincuenta años y un título universitario que presupone un nivel cultural y, sobre todo, intelectual, por lo que, en toda lógica, tiene que saber lo que firma. Esta noble - nunca peor dicho - pero incauta mujer cargaba todas sus facturas, incluso por valor de un solo euro, a la fundación que tenía a medias con su empalmado duque consorte. Si el abogado nos hablara de la codicia de su defendida como una enfermedad a lo mejor nos convencería un poco más.






Lo que es evidente, por la manera de actuar de los Borbones, es que están acostumbrados a actuar con patente de corso. Ni se preocupaban de guardar las formas más elementales. Algo está pasando en los ámbitos del poder para que estos " intocables " se vean sentados en el banquillo. Una guerra de lobos y de lobbies por comisiones millonarias que sale fuera de los límites nacionales, una intromisión en negocios ajenos reservados, exclusivos y excluyentes, unas reglas " sagradas " violadas y, consecuentemente, una venganza de perjudicados tan poderosos o más que la propia monarquía espanola. Por decirlo en plata, una guerra entre las mafias del poder mundial. El Bribón navegó en aguas ajenas y turbulentas. Otra vez la codicia. Es genético.











Decía una periodista que hizo el mismo vuelo Palma-Madrid que la Infanta no sólo no iba nada preocupada tras el juicio, sino que encima bromeaba con su guardaespaldas hasta el punto de soltar carcajadas y secar lágrimas de la risa. Nadie esperaba verla llorando en el avión, pero esta actitud resulta ofensiva y más que significativa: la Infanta sabe perfectamente que todo se quedará en nada. Hemos asistido a una parodia creada a medida para que la ciudadanía piense que se está haciendo justicia, en la que los actores interpretan sus papeles al pie de la letra: el bueno, el feo y el malo; el juez, el fiscal y Urdangarín. La pregunta del Fiscal a la Infanta sobre si sabía de lo que se la acusaba, y su respuesta, ante la negativa de ésta, de que él tampoco lo sabía, es la pregunta-respuesta que haría un abogado defensor previo acuerdo con su clienta, o la de un tonto a otro tonto. Tampoco concuerda el papel del juez, aparentemente muy valiente y contracorriente, héroe de manual que no duda ni le tiembla el pulso a la hora de sentar a la Infanta en el banquillo, pero que sin embargo pregunta obedientemente si puede o no llamar a declarar al Ministro de Justicia, también implicado en el caso Noos. Lo que diga la ley, senor juez, no lo que le diga nadie. Sin mencionar el hecho de que ambos imputados tendrían que estar ya en prisión incondicional, cuando están en la calle sin tan siquiera haber pagado fianza. Justicia donde las haya.


EL BUENO



EL FEO



Y EL MALO



La comedia está servida y con final feliz: la princesa se irá de rositas con todas las de la ley porque el juez más justo de la justicia no podrá probar delito, todo lo más una faltilla inocente. En cuanto al dinero robado, ya dice el abogado que Santa Rita, Rita, lo robado queda en casita, aunque imagino que pagará una mínima parte para que el juez no quede mal y de paso " contentar " a un pueblo indignado. En fin, que a estos tortolitos robar les compensa, se llevan cien y devuelven 0,001%. Así da gusto robar. Al juez le darán mil parabienes, y si no fuera porque es muy descarado, el Rey le daría un condado.    







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