jueves, 4 de julio de 2013

LAS MARÍAS




Sara, Maria y Coralia eran unas hermanas muy bien llevadas, aunque de caracteres diferentes. Sara, la mayor, era romántica; María era atrevida y alegre; Coralia, la menor, era una muchacha melancólica e insegura a la que le hubiese gustado llamarse Rocío. Trabajaban como bordadoras y modistas en el taller que la madre regentaba en su propia casa. El padre era un buen zapatero, pero el salario no alcanzaba para mantener a  trece hijos. Fue por eso que los hombres tuvieron que salir a trabajar desde niños y las rapaciñas aprendían el oficio mientras ayudaban a su madre en el taller y en las labores de la casa. Durante la semana trabajaban de sol a sol, pero entre puntada y puntada soñaban que un príncipe azul vendría a buscarlas para llevarlas al reino de la felicidad.




Mientras tanto corrían los locos años veinte en Compostela, donde muchos jóvenes iban a estudiar a su prestigiosa universidad. Casi todos pertenecían a familias con posibles, por lo que tenían tiempo y dinero para holgazanear, bromear y cortejar a las muchachas. Como en todas las ciudades pequeñas, el ambiente era provinciano, todos se conocían y el qué dirán era una pesada losa. La ciudad  estaba en medio de dos fuegos: por un lado la catedral, por otro la universidad, por lo que la superstición y la ciencia competían tirando cada una para su lado. Esta dicotomía, así como las rúas medievales y la lluvia, daban y dan a la ciudad de piedra un aire austero, lleno de magia y de melancolía, pero también dejan un poso cultural y alegre que la hacen única.






El ambiente familiar era alegre, hablaban de todo y estaban unidos. Los hermanos militaban en el anarquismo, pensamiento respetuoso con la libertad y que desecha los prejuicios. Esta ideología había influido en las hermanas haciéndolas más libres y, por lo tanto, peculiares. Todos los domingos Sara, María y Coralia se vestían y maquillaban con esmero para ir a La Alameda, que era el lugar donde la sociedad compostelana paseaba los domingos.




Las tres hermanas siempre iban vestidas a la moda. Aunque eran pobres, ellas mismas confeccionaban sus vestidos con retales que sobraban de lo que alguna señorita caprichosa desechaba. Sin ser unas bellezas tampoco eran feas y llegaron a ser muy populares en el paseo porque María, con su carácter extrovertido, contestaba siempre con gracia a los piropos y requiebros de los estudiantes. Los más libertarios las llamaban Libertad, Igualdad y Fraternidad, mientras que los más conservadores les pusieron Fe, Esperanza y Caridad.




Durante un tiempo las hermanas no acudieron al paseo. Cuando volvieron eran sólo dos e iban de luto. Sara se había muerto. Sin embargo, María y Coralia continuaron yendo cada domingo a su cita con la misma ilusión de siempre, aunque el príncipe esperado  pasara de largo. Los estudiantes las piropeaban pero no se quedaban: o se marchaban al terminar la carrera o eran otras las elegidas. El ser tan peculiar en una ciudad de provincias es privilegio de los ricos, los pobres lo pagan muy caro, sobre todo si son mujeres. El precio es el aislamiento y la burla. Ellas eran peculiares y pagaron por ello.




Entre bordados, paseos y piropos fue pasando el tiempo sin que ellas se dieran cuenta, hasta que un día estalló la guerra civil, que ganaron los fascistas. Los hermanos anarquistas de María y Coralia tuvieron que huir o esconderse. Los falangistas iban muchas noche a registrar su casa y a interrogarlas. Algunos afirman que fueron golpeadas e incluso violadas, pero que nunca delataron a sus hermanos. Como consecuencia de aquella situación sus clientes dejaron de hacerles encargos por temor a represalias. El hambre y el miedo entraron en aquella casa.





Con el paso del tiempo las cosas se fueron calmando. Los hermanos se fueron casando, sus padres murieron y ellas, a pesar de su pobreza, las burlas e incluso alguna violencia, siguieron yendo a pasear impecables con sus trajes de colores, perfectamente maquilladas con polvos de arroz, colorete y carmín. Nunca perdieron ni la ilusión ni su peculiaridad y los estudiantes siguieron piropeándolas hasta el final. Ese fue su triunfo. El pueblo les llamaba " Las Dos en Punto " porque esa era la hora en que irrumpían en el paseo, pero las Marías fue el nombre con el que se inmortalizaron.






María murió en el año ochenta y un familiar se llevó a Coralia para La Coruña. Nunca se acostumbró y dicen algunos que se la veía preguntando en la calle el camino a Santiago. Murió tres años después que su hermana. Si vais a Compostela no olvidéis visitarlas. Siguen en la Alameda esperando que los estudiantes las piropeen.



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