martes, 7 de enero de 2014

TE DOY MI CORAZÓN






Érase una vez un pequeño poblado construido en torno al basurero de una gran ciudad, donde los niños crecían felices a pesar de su miseria y, cosa poco común, sin violencia ni nadie que los molestara, felices sin otro deseo que jugar juntos. Como sus padres trabajaban de sol a sol para poder alimentarlos, los niños se cuidaban unos a otros. Los mayores criaban a los más pequeños con amor e ilusión, mostrándoles la vida con naturalidad, pero nunca imponiéndose. Muchos animales callejeros compartían esta convivencia adaptándose perfectamente a esa armoniosa comunidad. 








Cada año los monzones traían las lluvias, a veces tan intensas que el agua anegaba completamente aquél lugar. Los niños aprovechaban el acontecimiento para bañarse y jugar alegremente en el agua, que a veces les dejaba entre el lodo algún juguete roto que los colmaba de felicidad. 









Entre ellos destacaba por su dulzura una niña llamada Uma, que en su lengua significa " brillante ", nombre que le dio su padre de recién nacida deslumbrado por la luz intensa de sus ojos. A sus diez años era ya toda una mujercita responsable y llena de ilusión, que cuidaba no sólo de sus hermanos, sino también de todos los niños enfermos, que eran muchos por las condiciones poco higiénicas del poblado. Uma era muy feliz con su familia y sus amigos. Una de sus mayores alegrías era poder ir a la escuela. En sus ojos siempre brillaba la ilusión.






Pero su corazón lleno de bondad crecía cada vez más y más. Era demasiado grande y ya no cabía dentro de su pequeno pecho, según había diagnosticado un médico al que sus padres la llevaron, preocupados por sus desvanecimientos. El doctor, alarmado, les había recomendado un especialista, pero los últimos ahorros de la familia se habían agotado ya en esa consulta, por lo que sus padres volvieron al poblado tristes y sin esperanza, aunque el corazón enfermo de Uma seguía  lleno de alegría.







Un día apareció por el poblado un grupo de extranjeros para rodar un documental. Como una de las ilusiones de Uma era ser actriz, en cuanto se enteró se acercó a ellos pidiéndoles con tanta ilusión representar un papel en la película que, impresionados por su naturalidad, decidieron cambiar sus planes y que todo el documental girara en torno a ella. Sería Uma la que, con sus propias palabras y sentimientos, mostraría a los demás su mundo. Así se hizo y el documental  tuvo un éxito rotundo. Fue premiado y cuando la pequeña Uma recogió ese premio todo el mundo se puso en pie. El corazón de Uma estaba tan agitado que hizo que se desvaneciera. Los extranjeros hablaron con sus padres, y entre todos decidieron llevarla a un hospital para cambiar su corazón enfermo por otro más pequeño. Pero hacía falta encontrar un donante.


















Érase a la  vez un barrio de lujo construido en un lugar privilegiado de la gran ciudad, donde los niños vivían prácticamente recluidos en lujosos apartamentos por miedo a los peligros de la calle. Como sus padres sólo daban importancia al poder y al dinero los niños, siguiendo ese ejemplo,  rivalizaban entre sí. Eran en general niños crueles y tristes que se imponían a los más debiles y bondadosos humillándolos y atemorizándolos. Todos los veranos se iban de vacaciones a la playa, pero ni así dejaban de competir. No sabían jugar.








En este barrio vivía Uma, una niña dulce, tímida y bondadosa cuyo mayor deseo, nunca cumplido, era tener una amiga. No se atrevía a pedir más, pues estaba convencida de que su insignificancia no lo merecía. Cada mañana se despertaba llena de angustia, era incapaz de desayunar, las náuseas no la dejaban. Conforme se acercaba a la parada del autobús escolar sentía que su boca se secaba, empezaba a ver borroso y el pánico paralizaba su cuerpo. Los mayores pensaban que lo hacía aposta para no ir al colegio, pero su corazón estaba lleno de tristeza, miedo y amargura.






Uma permanecía absorta mirando hacia la gran avenida desde su ventana en el décimo piso del edificio donde vivía. Sus padres, ejecutivos de una gran multinacional que viajaban continuamente, le compraban todas las novedades incluso antes de que las deseara. Se había criado sola entre niñeras desconocidas que su madre, presa quizá del remordimiento, despedía compulsivamente sin dar tiempo al cariño.







Durante los primeros años de colegio Uma echaba de menos que sus padres la esperasen a la salida , sobre todo porque algunos niños la acusaban con desprecio de no tenerlos. Sufrió mucho en esa época e incluso enfermó de tristeza. Su padre pidió vacaciones y se quedó un tiempo con ella. Fue entonces cuando le contó la historia de su nombre: Uma era una niña muy pequeña elegida por los sacerdotes como diosa viva para servir de inspiración al rey, quien debía reverenciarla de por vida. A cambio ella debía permanecer en soledad, nunca podía reir ni llorar, y sus pies jamás podían tocar el suelo. 






Uma quedó tan impresionada con esa historia que en su mundo de fantasía unió su destino al de aquella niña- diosa. Cuando volvió al colegio, todavía convalesciente, le relató la historia de Uma a su compañera, pero ésta se lo contó con burla a los otros niños cuando salieron al recreo. Pronto empezaron a hacerle un corro riéndose de ella y empujándola. Como Uma carecía de malicia y de agresividad, las burlas iban a más e incluso algunos la golpeaban. Cada vez más sola y más triste, pensaba que no valía nada y que se merecía esos insultos. Sus notas eran cada vez peores, la mirada de su madre cada vez mas fría, y la de su padre cada vez más huidiza







Uma era una preciosa niña rubia rodeada de juguetes, pero con apenas diez años sus ojos azules carecían del brillo de la infancia. No tenía amigos, a nadie le importaba, estorbaba a todos. Seguía mirando absorta desde su ventana, siempre en soledad, sin poder reir ni llorar, ya no podía tocar el suelo al igual que la diosa que tenía su mismo nombre. De repente su pequeño cuerpo se llenó por primera vez de rebeldía y, negándose a cumplir aquél trágico destino, se lanzó al vacío.




























     
Cuando Uma abrió los ojos se encontró rodeada de las miradas sonrientes y llenas de amor de sus padres. Todo había terminado felizmente para ella. El pequeño corazón de una niña triste había llegado desde Europa en el último momento salvando su vida. Uma, poco a poco lo fue llenando de alegría.
















El corazón de Uma es al fin dichoso. 








Este cuento es una reflexión provocada por dos noticias: un documental que vi sobre un slum en la India, cuya protagonista y narradora era una niña feliz a pesar de vivir en la miseria, y la otra noticia la vi en internet, trata de una niña que se arrojó desde un puente porque no podía sufrir más el acoso escolar. Esto me hizo pensar sobre dos cosas, que la felicidad no depende del dinero y en cómo estamos educando a nuestros hijos. 


2 comentarios:

  1. Hola Akracia,me ha encantado tu relato,no solo por la ternura de ambas historias,si no esa paradoja que supiste establecer entre ambas historias,y como supiste unir ese destino.
    Creo que la primera Uma,era más feliz porque por la forma en que vivía,que no lo digo por el simple hecho de ser pobre,si no porque en esa comunidad se necesitaban los unos a los otros, eso le enseñò a valorar,no solo lo material,si no el cariño y la amistad,y los de su alrededor lo mismo.
    Espero que tengas cuanto antes tu entrada sobre la España Autista.Aunque también que tengas en cuenta algunas cosas que pasaron en España hace nada,como lo de Gamonal,a pesar de que por sí misma pueda quedar en anécdota,el apoyo que está recibiendo en el resto de España puede significar el inicio de algo.

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  2. Gracias María,

    El sentirse querido es el requisito más importante para ser feliz.

    Un beso

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