lunes, 16 de junio de 2014

VII - 23F : EL TIJERAZO





A pesar de su pasado fachangista, Suávez era un soñador que iba demasiado lejos en su ambición: quería estar a la altura del momento histórico. Para ello decidió seguir su propio camino y dejó de obedecer algunas órdenes de la karcacia y de los Grandes Urdidores quienes, impotentes, veían como la memocracia impuesta tan sibilinamente se le escapaba de las manos.







Al principio parecía que Suávez había contagiado al rey su entusiasmo por guiar el reino hacia un futuro de más libertad y justicia, pero poco le duró al Bribón aquél afán. Todos los grandes cambios conllevan grandes problemas que requieren trabajosas soluciones. Al rey la corona le venía muy grande. Muy pronto se cansó de aquél juego, abandonando al presidente, a quien incluso desautorizaba frecuentemente, dando razón a los conspiradores y obviando el mandato constitucional según el cual el rey no puede participar en política, mucho menos criticar al presidente, ni admitir comportamientos antidemocráticos en su entorno.







Como dice Maquiavelo, todos los príncipes mediocres se rodean de aduladores que disimulen su mediocridad. Juanito no era excepción. Creía ser un predestinado por la gracia de Dios, o de Chancro al menos. Cuando se le planteaba algún problema respondía anonadado: " Yo pensaba que iba a ser como Chancro, pero en rey "Nadie le contradecía y todos le adulaban tratando de ganar sus favores. Era el comodín de todas las partidas que se jugaban en el reino por aquellos tiempos tan revueltos. Por su parte, Juanito se dejaba querer, atendiendo sólo a las llamadas de su codicia y de su lujuria, pretendiendo vivir como un rey feudal, amo y señor de vidas y fortunas, dedicado a la caza y a ejercitar el derecho de pernada. 








Suávez quería una verdadera democracia, o al menos una democracia formal, herejía imperdonable que molestaba a todos los estamentos karcas del reino, cuyos privilegios disminuirían, y veían peligrar la impunidad de sus crímenes del pasado. También los Falsarios Unidos contemplaban incómodos como las bases militares que habían instalado en el reino durante la dictadura chancrista eran ahora impopulares. Temían que el nuevo presidente las desmantelara, perjudicando gravemente su estrategia de defensa, consistente, por un lado, en neutralizar el poder del Imperio Rojo y, por otro, dar apoyo logístico al Pueblo de Sión para contrarrestar el poder del Imperio de la Media Luna. Había otras razones de peso internacional para deshacerse de Suávez. Los Grandes Urdidores decidieron que había que volver a reconducir el sistema y se pusieron manos a la obra.







Los servicios secretos del reino y de su ama, la L.I.A. ( Letal Intelligence of Ama Rica ), se pusieron a trabajar conjuntamente desempolvando y remodelando un viejo plan con el fin de frenar la democracia. Este plan tenía varias fases: 
Lo primero era deshacerse de Suávez para crear después una situación de gran peligro nacional. Una puesta en escena con desfile militar incluido, donde iban a actuar todos. Se trataba de dar un falso golpe de estado, al viejo estilo chancrista, para amedrentar al Parlamento y a la población. Luego acudir al rescate salvador proponiendo un gobierno de coalición previamente amañado con los principales líderes políticos, que serían compensados con ciertos cargos en dicho gobierno, reajustando así la situación a su conveniencia. Un golpe de estado a la carta que impondría una dictablanda. 
Aparentemente el juego terminaba ahí, pero algunos jugadores no sabían que las cartas estaban marcadas y que los organizadores de la partida se guardaban varios ases en la manga. Entre traidores andaba el juego. 







Comenzó entonces la operación Armándola, creando primero malestar en el ejército y preparando después el acoso y derribo de Suávez hasta hacerlo dimitir. El general Armándola Melacomí, antiguo tutor de Juanito Bribón, sobre el que tenía gran influencia, era un cortesano ambicioso e intrigante que consideraba a Suávez un usurpador del cargo del que Armándola se creía merecedor. Se dedicaba a conspirar y a crear mal ambiente en el ejército y en otros círculos. A Juanito le repetía machaconamente que Suávez era el causante del problema y él la solución. LLegó a convencerlo de que peligraba la corona y a proponerle con toda desfachatez un golpe de timón para " salvar " a la patria, asegurándole que ya tenía todo pactado con los políticos, el ejército, los banqueros, los empresarios, la Iglesia, etc. Juanito, indolente, le respondía: " A mí dádmelo hecho ".







Planean entre todos una moción de censura a Suávez con el fin de echarlo guardando las apariencias constitucionales, pero cuando éste se entera de la jugada por una indiscreción del rey, dimite cogiéndolos por sorpresa. Se propone entonces a Calvo Solelo para sustituirlo.






El segundo acto lo llevaría a cabo el teniente coronel Tijero, un fanático chancrista visceral y poco inteligente, ideal para el papel que le habían adjudicado: atemorizar a los políticos y al pueblo, preparando el terreno a los demás actores. Venía precedido por su fama de golpista irredento, con alguna condena por golpes fallidos: un tonto útil a la medida del evento, el asalto al Congreso. Un 23 de febrero, a las 18.23 horas, mientras se estaba votando la investidura de Calvo Solelo, Tijero irrumpe en la Cámara seguido por un grupo de guardias civiles armados al grito de " Paso en nombre del Rey ". A la voz de " Quieto todo el mundo " y disparando unas ráfagas para intimidar, secuestró el Parlamento. Como un resorte el general Gutiérrez Bragado plantó cara a los golpistas. Suávez acudió en su ayuda cuando Tijero pretendía reducir al general a base de empujones. Algunos piensan que al viejo general no le cogió tan por sorpresa el Tijerazo: su amistad con los jefes de los servicios secretos, a los que él mismo había nombrado, era notoria. Además, su "olvido" de advertir a la cúpula militar de la inminente legalización de los comenlomismo dejó a Suávez como un tramposo sin crédito, ya que poco tiempo antes les había dado palabra de no legalizarlos. Es posible que Gutiérrez Bragado fuera uno de los Grandes Urdidores. Una vez controlada la situación, Tijero anunció la llegada inminente de una autoridad militar, el esperado " Elefante Blanco ", quien daría las órdenes oportunas. Tijero ignoraba que no era más que un comparsa en esta opereta, no sabía que las cartas estaban marcadas. 










El tercer acto consistía en sacar el ejército a la calle para amedrentar a la población y tener la situación bajo control. Para ello ocuparon también la Televisión y otros puntos estratégicos. Los generales Ajuste y Melón del Bosch, este último otro monárquico - mire Vd. qué casualidad - sacaron los tanques a la calle, mientras el resto de generales permanecían atentos a la jugada.  







En el cuarto acto entraba nuevamente en acción el general Armándola Melacomí, proponiéndose como solución salvadora y ofreciendo un gobierno de coalición donde él sería presidente, Flipe González vicepresidente, Fragasaurio ministro, al tiempo que los comenlomismo y otros líderes políticos ocuparían puestos de relevancia. Armándola tenía claro que con las metralletas apuntando todos iban a acceder a su propuesta. Fue enviado a medianoche al Parlamento con el beneplácito del Rey, del Gobierno en funciones y del Estado Mayor, del que era segundo jefe, pero dejándole bien claro que iba a título personal, maquiavélica manera de enviarlo al sacrificio. Cegado por su gran ambición, Armándola no se daba cuenta de la trampa en la que él mismo se estaba metiendo. En el último momento el general Sibilino, quién sabe por qué, le dijo: " Yo, como amigo, te aconsejo que no vayas ". Esta frase pone en evidencia que Sibilino sabía perfectamente lo que iba a pasar. Era uno de los tahúres que marcaban las cartas. Pero Armándola se veía ya presidente y fue al Congreso creyendo que llevaba un póker de ases. Era otro comparsa. Los Grandes Urdidores sabían que Tijero no iba a acceder a ese gobierno lleno de " rojos ". 






Cuando Armándola entró en el Parlamento tras dar a Tijero la contraseña pactada - " Duque de Ahumada " - le explicó que, al no haber salido bien las cosas, venía a negociar la rendición a cambio de un avión y dinero, y a ofrecer a los diputados un gobierno de salvación que él mismo presidiría. Cuando Tijero escuchó la composición del nuevo gobierno rompió la baraja, dijo que no jugaba más y no permitió a Armándola ni entrar en el hemiciclo. Dándose cuenta de que lo habían utilizado como cebo, Tijero pidió hablar con el teniente general Melón, pero como éste, a pesar de todo, insistía en que confiara en Armándola, Tijero le respondió airado: " Mi general, yo no di el campanazo para esto ". Armándola salió del Congreso sin conseguir ninguno de sus propósitos y volvió derrotado al hotel donde lo esperaban los otros conspiradores. No era todavía consciente de que, al igual que Tijero, también era un comparsa.







Al día siguiente Tijero, traicionado por sus compinches y abandonado a su suerte, pactó su rendición con el propio Armándola en la calle sobre el capó de un coche, el llamado " Pacto del capo". Una humillación entre militares que Tijero quiso infligir a Armándola. El colmo de la chapuza, la rendición fue pactada entre dos golpistas que no se entendieron. Después fueron detenidos los dos. 







Sibilino, que era uno de los que verdaderamente movía los hilos, tenía la misión de blindar al Rey en este juego. Había comenzado poco después del asalto al Congreso a tomar distancias frente a Armándola, dejando descolocado al general Ajuste cuando éste llamó para saber si Armándola había llegado ya a la Zarzuela según el plan previsto, respondiendo Sibilino lacónicamente: " No está ni se le espera ". Sin embargo el secretario del rey mantenía contacto con los reunidos en el Hotel Palace, donde entre todos decidieron enviar a Armándola para negociar con los golpistas la liberación de los parlamentarios. 






  

Zarzuela tardó SIETE HORAS horas en emitir un comunicado oficial  para tranquilizar al pueblo, a pesar de que el rey nunca estuvo secuestrado, como sería de esperar en cualquier golpe de estado. Sibilino había llamado al director general de Televisión para que fueran al Palacio Real a grabar al Rey, lo cual pone en evidencia una relación directa entre los golpistas y la Corona. Más tarde pidió hablar con el militar al mando del grupo que ocupaba las instalaciones y le ordenó abandonarlas. El militar le obedeció inmediatamente. Eso demuestra que los golpistas le obedecían por alguna razón: tanto él como el Rey estaban metidos en el ajo. Sólo cuando Armándola fracasó salió el Rey a dar un mensaje, más ambiguo que tranquilizador, sin que los golpistas trataran de impedírselo, lo que no tiene explicación a menos que Juanito Bribón fuera el Elefante Blanco.






Después del mensaje Juanito seguía en sus trece apoyando a Armándola. Sibilino trataba de convencerlo poniéndole el ejemplo de la caída y el exilio de su abuelo Sonso XIII, pero el rey aún tardó unas horas en telefonear a Melón del Bosch para que retirara los tanques de la calle. Tras la llamada, dicen que un Juanito apenado colgó el teléfono exclamando: " Después de esto ya no me puedo volver atrás ". Había sido otro comparsa pero, a diferencia de los demás, saldría como héroe porque los Grandes Urdidores habían guardado un as en la manga para él: necesitaban salvarlo porque era su comodín. Sibilino respiró aliviado, todo estaba saliendo según lo previsto. Se habían aprovechado de la autoridad y, sobre todo, de la insensatez del Rey para deshacerse de los conspiradores y de los botarates golpistas más irracionales. Los Grandes Urdidores habían hilado fino implicando también a los principales líderes políticos que, en su prisa por tocar poder, se habían prestado al juego saltándose la Constitución y las leyes. El secreto de su traición los hacía rehenes y cómplices.  






Todo salió según lo planeado: el ajuste del sistema fue hecho al margen de la ley y de la Constitución, y el verdadero golpe, del que nadie se enteró, fue un éxito rotundo: La democracia se paralizó para dar paso nuevamente a la memocracia. El pueblo salió a celebrar su derrota aliviado y feliz. Una vez más el chantaje del miedo y el viejo truco de los caramelos de hiel y de miel habían dado resultado.
Las huellas de las balas permanecen en el Congreso, dicen que como testimonio de lo que nunca debió ocurrir, pero lo único que testimonian es una burla cruel.  





 

7 comentarios:

  1. Hola akracia,por algo Tejero junto con su hijo celebra este día a paelladas este día..Por qué si no iba a hacerlo si supuestamente fue un golpe no consumado?Y no sé si estarías interesada en una especie de referéndum virtual que se está haciendo como iniciativa de una plataforma,ya que el gobierno no le sale de los......hacerlo...Y aparte de virtual,incluso en ciudades como en Bruselas se están disponiendo como una especie de urnas electorales hasta el 18/19..
    Buenas noches.

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  2. La paellada no era prescisamente para celebrar el 23F, sino un homenaje a Tejero y demás participantes en el asalto al congreso, ya que los ultras los consideran héroes y mártires. Tejero y sus hombres no querían una memocracia, sino volver directamente a una dictadura militar.
    No sé quienes organizan ese referendum del que hablas .
    Un saludo María.

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  3. Claro que querían una dictadura militar,pero al "menos"gracias a eso pararon muchas reformas y avances,tenlo claro.Los terroristas,como la misma palabra indican,usan el miedo que quieren infundir en la gente para poder presionar y conseguir sus objetivos..
    Es un referéndum..sin ninguna validez legal claro,para poder elegir monarquía o república...Tienen una página web,luego te lo paso.

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  4. Tejero y el núcleo duro eran fanáticos que nunca se enteraron verdaderamente de lo que sucedió. Se consideraban patriotas obligados a dar un golpe de estado para salvar a la patria en peligro. A diferencia de los Grandes Urdidores, a ellos no les interesaba ni guardar las formas. Eran irracionales. Para ellos los demás eran traidores o enemigos. Los sutilezas memocráticas no las comprendían ni tampoco las percibían. Por eso fueron utilizados por los Grandes Urdidores como reclamo y a la vez cortina de humo. Lo mismo que utilizaron a Armada, otro golpista más civilizado, pero que tampoco les interesaba. El verdadero golpe se planeó muy sutil e inteligentemente. En el plan entraban los dos golpes de Tejero y Armada para despistar, crear la situación adecuada y resolver a su gusto: Eliminaban al sector más ultra, que lo único que hacía era crearles problemas y mala imagen, eliminaban también al sector intrigante, con Armada a la cabeza, que eran una mala influencia sobre el rey, a quien también tenían cogido por donde dte puedes imaginar por haber participado en el golpe de Armada, controlaban a toda la clase política que se había metido en la trampa ella solita del gobierno - anticonstitucional - de salvación, el pueblo temeroso otra vez con síndrome de Estocolmo, y ellos convertidos en héroes salvadores y manejando otra vez los hilos de la memocracia a su placer.

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  5. Hola akracia..hombre,simplemente por las consecuencias la verdad,se sabe que no eran los más importantes a la hora de urdir el golpe.Aunque el Alfonso Armada,y por eso lo decía también,aparte de negar el golpe,decía que esto mejoró la imagen del rey,que no querería decir que eso le gustase de no ser porque siempre fue monárquico.Y esta es la página.
    Y ahora con el tema de Felipe van a prohibir incluso que vaya la gente a su proclamación con banderas republicanas,qué triste.
    http://www.referendumrealya.com/informacion.html

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  6. Va en contra de las libertades fundamentales prohibir las banderas republicanas. Si es verdad que hicieron eso cometieron un delito.Una pésima forma de empezar un reinado.

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  7. Pues es verdad...han detenido a gente solo por llevar banderas republicanas,las requisan,a gente que dice viva la república...Es todo demasiado absurdo pero real. http://politica.elpais.com/politica/2014/06/18/actualidad/1403101903_123341.html
    Y sí,llevar banderas republicanas está amparado legalmente..Por lo visto también hubo un problema parecido hace años.

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