viernes, 4 de septiembre de 2015

SI LA MONTAÑA NO VA A MAHOMA...




Cuenta Marco Polo en su famoso libro que cuando viajaba por Persia le dieron noticia de una historia bien curiosa, según la cual un señor o reyezuelo local, que tenía especial ojeriza a los cristianos y no sabía ya cómo hacerles daño, teniendo noticia de que el Evangelio dice que la fe mueve montañas llamó al obispo de su reino y le dio un plazo para que los cristianos moviesen una montaña de un lugar y la pusiesen en otro. Si la montaña no se movía significaba que los cristianos no tenían fe y, por tanto, los iba a matar a todos. El obispo convocó a los fieles y les expuso la situación. La parroquia se vino abajo desesperada, entre llantos y quebrantos y sin saber qué hacer, hasta que alguien se acordó de un zapatero que tenía fama de santo por su piedad y devoción, tan grandes que, en una ocasión que miró a una mujer de aquella manera, se acordó que el Evangelio dice que si un ojo mira con pensamiento impuro hay que cegarlo, y corto ni perezoso se clavó la lezna en un ojo. Aunque Marco Polo no lo menciona, hay que suponer que el zapatero era bizco y solo miró a la mujer con ese ojo, de otra manera tendría que clavarse la lezna en los dos. 


                                                 


Cuando la parroquia llegó junto al zapatero, le expusieron la cuestión y le pidieron lo que le pidieron, ni más ni menos que mover la montaña de A a B a base de oraciones, el zapatero dijo que nones, que aquello no era para él, que se negaba humildemente alegando ser el último pecador de la pradera, no estar preparado para tamaño evento y todas esas cosas. Pero al final lo convencieron. No dice Marco Polo si fue por las buenas o las malas, pero que lo convencieron. Después de tremenda ceremonia orquestada bajo la batuta del obispo y a la que no faltó detalle ni cristiano de todo el reino el zapatero, puesto de hinojos y rezando con toda la fe, miró a la montaña con su ojo sano y vio como ésta, sita en A, se levantó de cuajo y se fue volando por los aires para plantarse en B. Ver para creer. Cuenta Marco Polo que tan atónito quedó el señor o reyezuelo local que, además de no castigar a los cristianos y no volver a meterse con ellos, él mismo se convirtió al cristianismo, pero en secreto por aquello de no perder la poltrona. Esto último no lo dice Marco Polo, lo pienso yo.


                                               


De esta historia hay que deducir que la leyenda de los musulmanes  según la cual cierta montana - que nadie conoce - fue a Mahoma porque Mahoma no hizo lo propio, es un plagio de la leyenda cristiana que menciona Marco Polo. Algún creyente empedernido podrá alegar que la leyenda también puede ser un plagio de los cristianos, pues Mahoma vivió en el siglo VII y Marco Polo en el XIV, por tanto la leyenda cristiana puede ser posterior a la musulmana. Pero va a ser que no por dos razones:

Primera razón: Si la leyenda musulmana es anterior a la cristiana, tanto los musulmanes como los cristianos del lugar tendrían que conocerla. El creyente empedernido podrá alegar que el reyezuelo no tenía por qué conocer la versión musulmana todavía, que a Persia no había llegado aún la historia, y aunque no tiene mucho donde agarrarse ya se sabe que en cuestiones de religión los creyentes son muy empedernidos y sacan argumentos hasta debajo de las piedras. Por consiguiente, y para evitar el empecinamiento del tal creyente, vamos con la

Segunda razón: El reyezuelo saca la frase del Evangelio, que es muy anterior al nacimiento del Profeta, con lo cual el creyente empedernido tiene que callarse por narices, pues la frasecilla no sólo viene en los Evangelios canónicos sino incluso en los apócrifos. Así que la leyenda cristiana gana a la musulmana por goleada.


                                     


Pero...

Si la frase viene en tantos evangelios y tal como viene expresada, tampoco es de origen cristiano, sino que era una frase proverbial de los judíos muy anterior a los tiempos de Jesús. Y remontando remontando en el tiempo podríamos llegar hasta Moisés, solo que en esta leyenda tuvo que ir Moisés a la montaña, y dos veces además por romper las Tablas de la Ley.


                                                      


Pero...

La cosa no queda ahí. Qué va. Porque estas leyendas van de boca en boca remontándose hasta perderse en la noche de los tiempos esa, y quien nos dice que no tengamos que remontarnos hasta la historia del antiguo Egipto, de donde saca la Biblia no pocas de sus leyendas, y nos encontremos que en tiempos de Ramsés II, el que dio una paliza a los hebreos y se llevó a unos cuantos de esclavos para que le construyesen el Ramaseum, una gollería que mandó edificar para darse un homenaje, alguno de estos esclavos hebreos al ver las pirámides dijera: " Ahívadios !Y esa montaña ?" Y el egipcio que los mandaba, después de largarle un zurriagazo por hablar, le contestó con guasa: " Esa la puso ahí un Faraón que era la leche ". Y los hebreos, que por aquellos tiempos eran unos palurdos que ni te cuento se creyeron a pies juntillas que el tal Faraón, que de aquella era Dios, lo había hecho así, como el zapatero, pero sin bizquear. " Lo veo y no lo creo. Pues cómo lo hizo ? ", insistía el hebreo. El egipcio, después de darle otro zurriagazo, le dijo para que no le diera la lata: " Pues así como te he dicho, la sacó de allá y la puso acá; Y cállate ya, que me tienes harto ". Y, zas, le zumbó otro zurriagazo. Y los hebreos tragaron. 

  


Luego, en los tiempos de Moisés, cuando volvieron a Palestina, lo de que la fe mueve montañas ya era proverbial. De ahí pasó a los Evangelios, de los Evangelios a Marco Polo y de Marco Polo a la leyenda musulmana. Va a ser como digo yo. Tened fe y creed en mí.    














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