lunes, 23 de noviembre de 2015

LUIGI



Tocaba un post de política, que le tengo unas ganas a todos que estoy que muerdo, pero hoy no estoy para Rajoy, del monaguillo ni hablo, al de la coleta se le acaba la teta, y a los de Mas ni los echo de menos. Así que paso de política, tí@s, hoy voy de pasota, que el pasotismo es quintaesencia del genio ibérico. Ya lo practicaba Séneca, que lo ponen de filósofo estoico tan serio como circunspecto y era del Betis. Y es que el pasotismo es el paso siguiente al estoicismo. Es lo último que nos queda. Lo de Nerón fue una broma comparado con lo que tendría que tragar hoy día Séneca como consejero del Gobierno. Un consejero honesto,se entiende, no lo que hay ahora por ahí. Es decir, un Séneca como se supone que debe ser. No sé si me explico, pero es que tal y como está el panorama actual, local, nacional y mundial, decir honesto, capaz, eficiente, etc. - ya no digo inteligente - es como pedir que baje Dios, un imposible. Prefiero imaginarme a Rajoy tocando la lira mientras arde Madrid. Es más creible. Vamos a dejarlo, cada vez que hablo de política española me pongo esquizofrénica. 




















Así que hoy voy a hablar de Luigi. Es mi perro. Era de mi hija mayor, pero como le producía alergias, lo recogí yo. Está medio zumbado. Ser es un santo varón. Noble y fiel hasta la médula. Cariñoso como no hay otro, y un poco de más: no hay día que no exija su ración de caricias, y hay que dárselas o se enfada. Pero sabe conformarse y en lo demás es un bendito, aunque cuando salimos a la calle no sabe portarse. Fue a la escuela en Holanda y aprendió no sé cuantas cosas, pero mi hija sólo me enseñó lo de dar la mano, la voltereta y otras tonterías, pero de llevarlo por la calle y demás cosillas no sabe, no contesta, así que el perro tiene una media empanada mental entre la escuela holandesa, la  belga y la española que, al final, va por libre. Como la escuela española, que es la mía, es desastrosa - malcrío al perro - nos entendemos como podemos, que tampoco es tan mal, aunque tendría que ser mejor. Pero no tengo remedio, me lo como a besos y, claro, hace conmigo lo que le da la gana. Con mi marido anda más fino, pero en la calle no tiene arreglo: es obediente y todo lo demás, salvo que se cruce con otro perro; puede haber conflicto, que no pasa de molestia más o menos incómoda, pero siempre molesta. 


                                                                 

















Es un dandy. Viste de smoking con su camisa blanca y la punta de los zapatos blanca también. Guapo como pocos. No es que lo diga yo. Me lo dice la gente por la calle y algunos se paran a verlo y a acariciarlo, sobre todo los niños o los jóvenes. En verdad que lo es: cuando lo llevo al parque me gusta sentarme en un banco; él anda un rato a lo suyo y luego viene a sentarse delante de mí. Tiene una apostura, con su cuerpo, sus orejas en punta, mirando al frente, que parece una estatua egipcia. Sin embargo, él es tímido y humilde, no se ve a sí mismo gran cosa. Eso sí, le encantan las chicas guapas y perfumadas, se enamora al momento.

                         


No os voy a dar la paliza contando anécdotas, pero sí quiero hablar de mi perro como uno más entre todos los animales, esos seres que consideramos inferiores pero que nos dan tantas cosas y nos entregan su vida incuestionablemente, de esa manera que no hacemos nosotros los humanos, tan superiores a ellos, o eso creemos. Sin embargo, ellos nos enseñan muchas cosas, y nosotros no siempre aprendemos todo lo que nos pueden y, muchas veces, nos quieren enseñar. Todos los que tenéis animales y los queréis habláis con ellos. Y ellos también nos hablan, no es verdad ? Incluso con la mirada nos hablan.    


                             


Yo a mi Luigi lo quiero con locura porque nos ha entregado su vida sin reparos, totalmente, como hacen todos los animales menos uno que se llama racional, y trato de hacerle la vida lo más agradable posible. Pienso que al menos sé fijo de alguien que es feliz. No le puedo dar la felicidad total, y menos por la calle, que tiene que ir con el collar al cuello, pero le doy toda la que puedo. Se lo merece.     


                               









        

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