miércoles, 15 de mayo de 2013





CAPÍTULO III

LA MALDICIÓN DE LOS CONQUISTADORES

Marta y David no tenían nada más que los mapas, mucha ilusión y poco dinero para aquella investigación tan vasta y compleja. Aunque los mapas habían aportado muchos datos, no sabían ni quien era el autor que los firmaba ni a qué objetivo respondían con exactitud. En su primer intento infructuoso por los archivos históricos David volvió a casa desanimado: había muchos militares con ese apellido en aquella época. Pero Marta lo animó, al fin y al cabo tenía que aparecer por algún lado. Cuando volvieron a disponer de un poco de tiempo y dinero David lo intentó de nuevo, partiendo esta vez del supuesto de que el personaje habría nacido en la misma región donde habían aparecido los mapas, fijando también límites a la edad del autor en función de las fechas que aquellos aportaban.

Esta vez la suerte le acompañó y el tan buscado expediente personal del militar apareció, conteniendo un sinfín de datos sobre el personaje y su gesta. Todo un regalo para los ojos de David, pero faltaba aún dar con los Diarios de Operaciones de aquellas expediciones para tener la historia al completo. También tardaron en aparecer. Parecía que la historia se resistía a desvelar su secreto, guardado durante más de siglo y medio. En un tercer viaje, y gracias a la ayuda del archivero, que había entablado amistad con David por ser paisanos y que, viendo su entusiasmo, se había contagiado en el interés por aquella investigación, dio con el catálogo donde se encontraban estos Diarios que relataban paso a paso aquella historia. Sin la ayuda de aquél hombre el catálogo nunca hubiera aparecido, pues estaba apartado del público temporalmente por obras en el archivo. David fotocopió todo el material de interés y regresó a casa, cansado pero feliz.

Cuando los documentos empezaron a desvelar toda la historia, Marta y David no daban crédito a lo que iba apareciendo: El personaje en cuestión era, ni más ni menos, que un descubridor, un conquistador y un civilizador. En concreto era el último conquistador del Imperio español, pero un conquistador que nada tenía que ver con los del siglo XVI, meros soldados de fortuna, mientras que este hombre era un romántico ilustrado, cuyo objetivo era sentar las bases de la civilización en el territorio cartografiado. Todo aquello respondía a un plan preconcebido por el Gobierno con el fin de llevar la prosperidad a aquellas tierras vírgenes e inexploradas. El éxito de aquél plan de civilización, inédito en la historia de la humanidad, fue tal que en apenas tres generaciones aquél territorio había tomado plena conciencia nacional y reclamaba su independencia. Hoy es un país que, a pesar de ser colonizado posteriormente por otra potencia, recuerda a España con cariño.

Sin embargo, este hombre tuvo que sufrir la maldición que suele perseguir a los descubridores y conquistadores: No tuvo en su momento el reconocimiento por celos y envidias profesionales, en poco tiempo perdió a su familia, muriendo en la soledad y en el olvido histórico. Su recompensa fue personal, la satisfacción de haber realizado aquella gran obra: llevar la cvivilización, en el más amplio sentido del término, a aquellas tierras.

Después de muchas dificultades y contratiempos, Marta y David tuvieron el honor de recuperar el nombre de este militar para la historia y aportar argumentos para rebatir la injusta leyenda negra española. Escribieron un libro contando esta gesta, pero al igual que el conquistador, también tuvieron que sufrir la envidia, la codicia y los prejuicios de muchos compatriotas. La conclusión o moraleja es evidente: nadie es profeta en su tierra y, tristemente, nuestra leyenda negra tiene sus mayores valedores entre los propios españoles. 


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